Este Trabajo tiene por fin reflexionar sobre la utilidad, oportunidad, conveniencia, características y formas instrumentales de los Procesos de Gestión Participativa en vistas a su aplicación en el marco de Procesos de Gestión Cultural.
La estructura
expositiva consta de tres momentos:
El primero
caracteriza al Gestor Cultural como un generalista más que un especialista, que
en muchos casos debe interactuar con profesionales de otras disciplinas, que
puede intervenir tanto de manera autogestionaria como desde la gestión privada
o la gestión pública y que puede orientar su trabajo a partir del interés del
promotor o desde las necesidades de los beneficiarios de su labor.
El segundo aborda
fundamentalmente las cuestiones conceptuales e instrumentales que hacen a la
participación ciudadana.
Los modelos de
gestión participativos demuestran su conveniencia cada vez que deban tomarse
decisiones trascendentales o de interés para todos o para algún sector de la
ciudadanía. Las representaciones otorgadas no cubren todos esos campos de
interés y corresponde que los ciudadanos formen parte de la toma de decisiones
que los involucran.
El ser parte
activa en la toma de decisiones marca la diferencia fundamental entre los
distintos niveles de participación. Los niveles inferiores de participación,
que crecientemente van incorporando mayor nivel de involucramiento, se
denominan de:
·
Información:
Solo significa información ascendente o descendente. Conocimiento indispensable
para participar (Ejemplos: Página web del municipio o Banca 25);
·
Consultación:
Cuando se trata de indagar opiniones sobre un tema o validar una decisión ya
tomada (Ejemplos: Audiencia Pública o Consulta Popular); y
·
Concertación:
Cuando se trabaja alrededor de un proyecto o se elaboran dictámenes ante
situaciones complejas (Ejemplos: Juntas Vecinales o Consejo de Cultura).
En todos esos
casos la posibilidad de tomar la decisión final no se otorga a los
participantes, por eso forman parte de la denominada participación simbólica o
aparente. El siguiente nivel es el de:
·
Decisión:
Cuando se participa en la toma de decisiones, lo que constituye la
participación real o auténtica (Ejemplo: Presupuesto Participativo).
En los procesos
de Gestión Participativa los ciudadanos podrán aportar información, convalidar
diagnósticos, expresar deseos y necesidades, elegir alternativas y realizar el
seguimiento y control de los programas, obras y acciones a emprender.
El diálogo en la
búsqueda de consensos y/o en dirimir diferencias, propio de los procesos
participativos, ayuda a precisar las ideas, reconocer entre necesidades
inducidas y necesidades reales, comprender otros puntos de vista, pasar de
visiones centradas en el mero interés personal a la comprensión de cuestiones
más generales, constituyendo auténticos procesos de educación no formal.
El ser parte de
la toma de decisiones genera empoderamiento ciudadano, profundiza la democracia
y los proyectos así producidos tendrán un sólido acompañamiento social que los
consolide más allá de los cambios de gobierno.
El tercer momento
presenta cuatro ejemplos para ilustrar y/o reflexionar sobre la inclusión de la
participación ciudadana, las formas instrumentales utilizadas y sus resultados.
Como conclusión
se plantea como necesario para poder implementar procesos de gestión cultural
participativos:
Desde el
Gobierno: Decisión política, que ponga todos los recursos a su alcance para llevarlo
adelante, sin desvirtuar la esencia del proceso, e institucionalizando los
mecanismos participativos para los casos de relevancia social. Eso implica
reconocer que ceder poder de decisión traerá como fruto la valoración positiva
de la Sociedad.
Desde la
Ciudanía: Se necesita que las temáticas convocantes sean de su real interés y
se faciliten todas las condiciones que posibiliten el ejercicio de la
participación: difusión de la convocatoria, información, elección de días y
horarios adecuados, actividades complementarias para atender a los menores,
etc.
Desde los
Gestores Culturales: Convencimiento en las ventajas de la modalidad
participativa, conocimientos para poder implementarla, apertura mental y
claridad de lenguaje para poder interactuar y ayudar a los participantes a
tomar sus decisiones, presentando las implicancias que cada propuesta puede
tener.
El peor enemigo
para la participación son las experiencias frustrantes donde se convoca sin una
voluntad real de generar empoderamiento de la población, donde las decisiones
ya están tomadas y solo se busca su legitimación y que la ciudadanía se sume
mansa y voluntariamente como mano de obra.